Entre los wixárikas (huicholes) el venado es una de las figuras más sagradas. Este animal presume un complejo y rico papel en la mitología wixárika. Llamado Kauyumari, el venado a veces aparece como creador del maíz, otras es una elusiva presencia, siempre divina, y está también relacionado a la prosperidad y el sustento; es presa y cazador al mismo tiempo, es guía, y es sobretodo quien introdujo a este pueblo al hikuri o peyote (Lophophora williamsii).
El venado el protagonista de una leyenda que narra cómo, ante una hambruna y malestar generalizados en entre los wixárikas, el pueblo se reúne y envía a un grupo de cuatro cazadores (uno por cada elemento) en busca de alimento. El grupo se topa con un rebosante venado que se hace perseguir hasta guiarlos a Wirikuta, la tierra sagrada, y donde los cazadores se encuentran por primera vez con el peyote.
Cuenta la leyenda…
Los ancianos wixárikas contaban que hace mucho, mucho tiempo, en la Sierra Huichol los abuelos se reunieron para discutir sobre su situación. La gente se encontraba enferma, no había ni agua ni comida, no llovía y la tierra estaba seca. Ellos decidieron entonces, enviar a cuatro jóvenes de cacería, con la tarea de encontrar alimentos y llevarlos a la comunidad para compartirlos, no importando lo poco o mucho que obtuvieran cazando. Cada uno de los jóvenes representaría un elemento: fuego, agua, aire y tierra
La mañana siguiente, los jóvenes comenzaron la jornada, cada uno cargando su arco y flechas. Caminaron durante días hasta que, una tarde, saltó detrás de unos arbustos, un venado grande y gordo. Los jóvenes se encontraban exhaustos y hambrientos pero, cuando vieron al venado, se olvidaron de todo y comenzaron a correr tras de él, sin perderlo de vista. El venado miró a los jóvenes y sintió compasión por ellos. Los dejó descansar una noche y, el siguiente día los incitó para que continuaran la persecución.
Pasaron muchas semanas antes de llegar a Wirikuta (en el desierto de San Luis, camino sagrado de los Huicholes). Cuando los, jóvenes se encontraban en el camino de la colina, cerca del cerro de las Narices, vieron al venado saltar en dirección al lugar donde habita el espíritu de la tierra. Juraban que habían visto al venado correr en esa dirección, y trataron de encontrarlo sin éxito. De repente uno de los jóvenes disparó una flecha que cayó dentro de la figura de un venado, formada por las plantas de peyote que había en la tierra que, con el sol, brillaban como lo hacen las esmeraldas, mirando hacia una sola dirección.
Los jóvenes se encontraban confundidos por lo que había pasado, pero decidieron cortar las plantas formado la figura del Marratutuyari (venado) para llevarlas al pueblo. Después de caminar durante varios días, llegaron a la montaña Huichola, donde todos les estaban esperando. Dirigiéndose inmediatamente a los ancianos, les contaron su experiencia. Los ancianos comenzaron a repartir el peyote entre la población y, después de un tiempo, y no sintieron más hambre o sed.
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